Tuesday, May 16, 2006

Cuando un amigo se va

Ya sabeis, algo se muere en algún sitio. Así me siento yo.
Tras una larga convivencia, tras un sinfín de sinsabores superados, he perdido a un amigo. Y me duele profundamente. Pero sobre todo en el bolsillo.

Y antes de que me echeis los perros encima, os diré que mi amigo perdido es el Atheabono. El que sepa que es, sabrá de que hablo, y no diré más para no poner en peligro a posibles terceras partes, que tanto mejoraron mi vida. Tres años, creo que ha durado. Descansa en paz, amigo, te lo has merecido.

Friday, May 12, 2006

Por favor, mirad esto.

Me temo que está en inglés, pero si lo entendeis, madre mía.

http://video.google.com/videoplay?docid=-869183917758574879

Carcajada asegurada. La cara de Bush es impagable.

Tuesday, May 09, 2006

Eseemeseros

Señores, he creado este palabro para describir una clase específica de subnormales que por desgracia cada vez abunda más, y que debido a la extensión de internet, parece que aumentara exponencialmente, cual hongos tras una lluvia copiosa en el bosque.
Todo el que haya escrito al dictado alguna vez ha usado contracciones de palabras. Es normal, sobre todo en clase, dado que la velocidad de palabra de los profesores suele obligar a sacarse las castañas del fuego. Y está bien; al fin y al cabo, es un código que empleas para ti mismo y que nadie más va a sufrir.
Con la proliferación de los teléfonos móviles, y por supuesto, de los mensajes, esta técnica de escritura se ha difundido hasta límites insospechados (llega a haber subnormalidades del tipo diccionario español-sms, que es que manda cojones) Sin embargo, y a pesar de que me gusta bastante poco, este tipo de escritura tiene una razón de ser muy concreta, y muy lógica; dado que los mensajes, o SMS, tienen una longitud en caracteres muy reducida, el uso de contracciones tiene el objeto de comprimir la mayor cantidad de significado mediante la menor cantidad de significante posible. Razonable, nada que objetar (aunque yo generalmente trato de hacer uso de contracciones el mínimo imprescindible, dado que me rechina leer esos mensajes llenos de letras solas...)
A raíz de que, entre otras cosas, nuestro sistema educativo cada vez se preocupa más de que los pequeños cabrones no se traumaticen mucho (veáse la entrada de los cojines) y no de impartir conocimiento (somos unos ingenuos, después de todo, ¿a qué degenerado se le ocurre pensar que en una escuela vayan a enseñar a escribir a sus alumnos?) cada vez hay más gente que escribe haciendo caso omiso de cosas tan banales como los signos de puntuación, las mayúsculas, los espacios...
Después de todo, ya que cada vez somos más conscientes de nuestras libertades, ¿por qué constreñirnos por unas normas de escritura fascistas, que coartan nuestra libertad de expresion? ¿Por qué no limitarnos a escribir en ese puro lenguaje de la mente, que no hace distinciones entre fonémas, y surge libre como los pájaros?
Así, (y sé que este parrafo me va a costar un capón de alguien amado, pero tengo que hacerlo) tenemos a montones de aprendices de James Joyce, que, inspirados por su monólogo interior, hacen gala de una cultura extensa, rica, y que llena de vida interior su discurso escrito.
Pero, espera, no. !El monólogo interior es un coñazo insufrible! Y su autor, que era un jodido borracho irlandés pelmazo, tuvo solo un elemento que lo salvaba de la quema, y es que él sí era original. Lo que solo nos puede llevar a una cosa; los esemeseros, o sea, los que deciden escribir en todos sitios como si estuvieran escribiendo un SMS, son unos analfabetos, unos imbéciles, unos vagos del quince, o todo ello junto en algún caso.
A todos se nos puede colar alguna abreviatura de vez en cuando. Todos escribimos rápido en alguna circunstancia, y no es para echarse a llorar. Sin embargo, yo personalmente, cuando tengo que leer un párrafo que mide lo que mi brazo, en la que el autor no ha tenido ni la cortesía de darme el respiro, no ya de un punto y a parte, sino de una coma bien puesta (que esa es otra, cuando deciden que una coma quedaría la mar de elegante en su sesuda intervención, la ponen así, donde caiga...) prefiero intentar resolver crucigramas.
No seas uno de ellos.

While they pretend they pay me, I'll pretend to work for them

Esa es una frase que un compañero de Games Workshop me soltó una vez. Era su filosofía de vida.
La frase podría traducirse por "Mientras que ellos hagan como que me pagan, yo haré como que trabajo para ellos".
Desde entonces, me he dado cuenta de que mi filosofía de vida con respecto al trabajo se va pareciendo cada vez más a esa. No he tenido un solo trabajo satisfactorio de veras desde que dejé GW. No es que vaya a sufrir horrores por ello. Un trabajo puede tener dos características que me hagan respetarlo. Una, que realmente me guste lo que hago. Dos, que me paguen una cantidad de dinero razonable, pero esta segunda característica es muchísimo menos importante que la anterior; tanto, que la cantidad realmente tiene que ser muy elevada para que, al cabo del tiempo, si el trabajo es un coñazo, me aburra soberanamente y divague.
Sé que no es profesional en absoluto, pero es que la profesionalidad es una característica sobrevalorada. :p
Lo cojonudo sería encontrar un trabajo que reuniera ambas. Aunque lo veo dificil ;)

Wednesday, May 03, 2006

Bibliotecas

A veces siento que mis entradas de blog son repetitivas. Otras, prefiero ponerme más filosófico y decir que son cíclicas, como la vida. Hay que ver que morro tengo.
Llevo unos días queriendo escribir algo, pero por unas cosas y otras, siempre iba dejandolo. Hoy aprovecho y escribo dos de un tirón.
La entretenidísima ginkana (ni idea de si eso se escribe así, ¿alguien que me ilumine?) en que se ha convertido la M-30 no deja fijarte a menudo en los alrededores de esta, salvo para apreciar, vagamente, que parece que una blitzkrieg cualquiera hubiese pasado por Madrid sin avisar. Al menos si vas conduciendo, claro, que suele ser mi caso.
El otro día, sin embargo, andando a la velocidad de la deriva continental, gracias de nuevo a los divertidos designios del concejal de obras correspondiente, que solo piensa en el asueto de los conductores madrileños, tuve la oportunidad de comprobar los destrozos que se han realizado en el parque de la Arganzuela. Me entró por dentro un ansia asesina que normalmente asocio a tipos de pobladísimas barbas, cascos sin cuernos, espadas y espuma corriendoles por la boca mientras muerden sus escudos y se lanzan como posesos sobre cerradas filas de enemigos. Yo amaba ese parque. Hay sitios que te recuerdan lo hermosa que puede ser la vida y ese era uno de ellos. Verlo destruido por grúas, convertido en almacén de escombros y material de obra, me hizo añadir una muesca más al provervial mango del hacha que si pudiera, haría descender con velocidad terminal sobre la cabeza del político responsable. Ponga usted aquí el nombre del político que crea más relacionado.

El otro tema es más amable. Es solo una pregunta, realmente. ¿Habéis notado que todas las bibliotecas huelen igual? Es un olor agradable, vetusto, que se instala entre las filas de estanterias un minuto después de que las hayan colocado, antes incluso de que abran las puertas al público.
Recuerdo las primeras veces que olí ese aroma, y luego cuando ese aroma fue permeando mi conciencia y cómo se me quedó grabado. De vez en cuando, como hoy, me entra la necesidad de ir a una, y, sin un objeto concreto, pasear por entre las filas, mirar los miles de baqueteados lomos de pequeños mundos por explorar, oir a los libros respirar, pero, sobre todo, empaparme de ese olor.

A veces me pregunto si no me habré equivocado de vida.