Málaga
Bueno, para empezar no es Málaga Málaga, sino Mijas costa, que viene a ser una urbanización al salir de Fuengirola. Cuando llegué el lunes a Madrid después de no sé cuantas horas de vuelo (y que vuelo por Dios, tenía delante un árabe gordísimo y harto desconsiderado; se echaba para atrás tanto que casi me daba con el respaldo en la nariz. En un momento dado empecé a echar de menos las Santas Cruzadas... y luego pensé en Bush, y lo poco útiles que resultan las Cruzadas hoy día, y mi paciencia aumentó un poquito. Eso sí, después de propinarle un par de buenos empujones al respaldo así como quien no quiere la cosa y poner cara de angelito cuando el tipejo miraba para atrás con cara de energúmeno) me fui para casita rápidamente para cambiar algo de ropa de la maleta y asearme un poco; en poquito tiempo, mi hermosa dama Tindriel me recogía y emprendimos viaje al mar.
El viaje no se me hizo muy largo, pero claro, caí inconsciente un rato (aunque teniendo en cuenta el jet lag y que no había dormido en un porrón de horas, no fue demasiado largo). Al llegar a Mijas mi primer temor se disipó rápidamente; hacía un tiempo de puta madre. Así que deshicimos un poco las maletas e hicimos nuestra primera visita piscinera.
La casa de mi madre allí está en una urbanización que ha crecido de manera casi obscena desde que la compramos. La urbanización sufrió una agresiva política de compra por parte de un club de esos de multipropiedad (al que nosotros resistimos heroicamente cual pueblecito galo) . ¿Resultado? La zona está abarrotada de guiris, y la urbanización, que antes era bastante desoladora ahora tiene un par de cosillas, mercado, restaurante y tal. La casa está cerca del mar, sobre una colina, aunque hay que andar un poquito. Pero por las mañanas, cuando sale el sol, la luz inunda el mar y el reflejo hace que sea imposible distinguir el mar del cielo, y es un espectáculo muy bonito, digno de verse.
Hicimos compra (que resultó ser muchísima más comida de la que en realidad necesitamos), y poco más. El martes nos levantamos tarde, desayunamos irlandés en la terraza, y luego perreamos en la piscina hasta la tarde. Decidimos que tanto perrear era bueno, pero que nos apetecía un poco de cine (bueno, especialmente a mí) así que fuimos a ver “The Bourne supremacy”, que no está mal, aunque me gustó más la primera (ya sé que es un remake, antes de que nadie haga puntualizaciones :p).
Cuando llegamos a casa, desagradable sorpresa: el coche de Tindriel está cascado y tendremos que llamar al servicio técnico... pero eso será mañana.
El miércoles amanecemos más o menos como el martes. Pero con diferencia: vino el tipo del RACE y nos informó que había que llevar el coche al taller. Mierda. Bueno, fuimos a Fuengirola, donde el tipo de la grúa tuvo un comportamiento extremadamente curioso que puso de los nervios a Tindriel; a pesar de haber sido ella la que había manejado todo el cotarro, que yo no le había dirigido la palabra más que para ser cortés y de que yo tengo más o menos la misma habilidad llevando un coche que haciendo cirujía neural... pues nada, se empeñó en decirme a mí, e ignorar olímpicamente a Tindriel, que hacer con el coche, para gran regocijo de mi dama. Y luego se piró, dejandonos allí tirados.
En fin, que el tipo del taller nos dijo que la junta de la culata (de la culata, no de la trócola... si quereis oir esa batallita, le preguntais a Tindri, que seguro que está encantada de narrarla) estaba salida, así que el coche iba a estar allí un día por lo menos y que iban a ser 600 eurazos del ala. Bueno, pues nada, sin coche. Para alabar a Tindriel hay que decir que la vena gordota de la frente no se le reventó y que en poco tiempo volvió a encajar bromas con toda naturalidad (voy a ser flagelado por esto, pero hay cosas que un hombre debe decir) El caso es que decidimos ir a casa en el coche de San Fernando, dado que no está excesivamente lejos, y el paseo por la playa es agradable. Aunque antes hicimos parada y fonda en el centro comercial y acabamos viendo Garfield en el cine.
Al llegar a casa un poco más de vida dura: piscina primero y luego cocinar un buen curry para la cena, que disfrutamos en la terraza con una agradable brisa marina mientras veíamos (por enésima vez) "Harry Potter and the Chamber of Secrets". El jueves fue más de lo mismo, es decir, piscinita, relax, hasta que fuimos, ya por la tarde, a por el coche al taller (que conseguimos que nos dieran gracias a una generosa dosis de encanto derrochado por telefono y de bastante morro) y Málaga a recoger a nuestros insignes huespedes. Llegamos allí pronto, o bueno, es mejor decir que el bus de Imperator y Rapuncell llegaba con retraso, así que decidimos explorar la zona en busca de un bar o similar donde aposentarnos hasta que llegaran.
Encontramos algo mucho más entretenido: una tienda de rol/comics. Y allí, sola y triste, una espada corta preciosa (dice el certificado de autenticidad que es una daga, pero una leche, es suficientemente larga y pesada para ser una espada corta). Conseguí arrastrarme fuera de la tienda sin hacer gasto, pero comido por el brillo del acero... y nada, Tindriel, que es así de maja, se fue de nuevo a la tienda cuando esperabamos de nuevo a Rapun e Impe y me la regaló. ¿No es un encanto?
El resto del fin de semana se puede resumir con un par de frases: Que dura es la vida, que mal se vive de vacaciones, la convivencia con buenos amigos es un asco.
El viernes: desayuno irlandés gargantuesco para empezar. Fuimos luego a un parque acuatico que hay en Fuengirola, lo justo para no agotarnos y lo suficiente para pasarlo de puta madre, sobre todo con los donuts dobles (Impe lo cuenta mucho mejor y con más gracia). Después, a la playa a pasear, luego a cenar a casa, y luego a la playa de nuevo a tomar algo y charlar bajo la luz de la luna (estuvo mucho mejor cuando estabamos a oscuras que cuando dieron las luces de la carretera). El día siguiente lo pasamos entre la playa (Rapun y yo nadamos hasta una boya amarilla, de esas que ponen diox sabe para qué alejadas de la costa en el mar. Parece una chorrada, pero estaba donde Cristo perdió las chanclas) y la piscina. Hicimos una gonita sobremesa con profundas disquisiciones después sobre unos cafés. Y luego a cenar una pizza descomunal, y de vuelta al apartamento a hacer la digestión como las boas, mientras jugabamos unas partidas de Chez Geek.
Y poco más; el domingo recogimos la casa, desayunamos curry (el curry es bueno para el karma, para el espíritu, para limpiarte por dentro... viva el curry) y viaje de vuelta a casa, que se me hizo bastante corto. Ah, hicimos una para tras Despeñaperros donde Impe nos iluminó sobre la razón por la que los bares de carreteras de ese estilo son tan prohibitivos y roñosos. Tiene toda la razón del mundo. A la expresión "Echarse al monte" también podría añadirsele una coletilla "Montar un garito de carretera".
Fin de la plastoserie. Puede verse que soy un aficionado en esto de contar viajecitos, pero con suerte la próxima la haré sobre mi viaje al Caribe (sí, ese que estoy planeando) y ya tendré más maña.
(8) mucha gente dice cosas!
Bueno, para empezar no es Málaga Málaga, sino Mijas costa, que viene a ser una urbanización al salir de Fuengirola. Cuando llegué el lunes a Madrid después de no sé cuantas horas de vuelo (y que vuelo por Dios, tenía delante un árabe gordísimo y harto desconsiderado; se echaba para atrás tanto que casi me daba con el respaldo en la nariz. En un momento dado empecé a echar de menos las Santas Cruzadas... y luego pensé en Bush, y lo poco útiles que resultan las Cruzadas hoy día, y mi paciencia aumentó un poquito. Eso sí, después de propinarle un par de buenos empujones al respaldo así como quien no quiere la cosa y poner cara de angelito cuando el tipejo miraba para atrás con cara de energúmeno) me fui para casita rápidamente para cambiar algo de ropa de la maleta y asearme un poco; en poquito tiempo, mi hermosa dama Tindriel me recogía y emprendimos viaje al mar.
El viaje no se me hizo muy largo, pero claro, caí inconsciente un rato (aunque teniendo en cuenta el jet lag y que no había dormido en un porrón de horas, no fue demasiado largo). Al llegar a Mijas mi primer temor se disipó rápidamente; hacía un tiempo de puta madre. Así que deshicimos un poco las maletas e hicimos nuestra primera visita piscinera.
La casa de mi madre allí está en una urbanización que ha crecido de manera casi obscena desde que la compramos. La urbanización sufrió una agresiva política de compra por parte de un club de esos de multipropiedad (al que nosotros resistimos heroicamente cual pueblecito galo) . ¿Resultado? La zona está abarrotada de guiris, y la urbanización, que antes era bastante desoladora ahora tiene un par de cosillas, mercado, restaurante y tal. La casa está cerca del mar, sobre una colina, aunque hay que andar un poquito. Pero por las mañanas, cuando sale el sol, la luz inunda el mar y el reflejo hace que sea imposible distinguir el mar del cielo, y es un espectáculo muy bonito, digno de verse.
Hicimos compra (que resultó ser muchísima más comida de la que en realidad necesitamos), y poco más. El martes nos levantamos tarde, desayunamos irlandés en la terraza, y luego perreamos en la piscina hasta la tarde. Decidimos que tanto perrear era bueno, pero que nos apetecía un poco de cine (bueno, especialmente a mí) así que fuimos a ver “The Bourne supremacy”, que no está mal, aunque me gustó más la primera (ya sé que es un remake, antes de que nadie haga puntualizaciones :p).
Cuando llegamos a casa, desagradable sorpresa: el coche de Tindriel está cascado y tendremos que llamar al servicio técnico... pero eso será mañana.
El miércoles amanecemos más o menos como el martes. Pero con diferencia: vino el tipo del RACE y nos informó que había que llevar el coche al taller. Mierda. Bueno, fuimos a Fuengirola, donde el tipo de la grúa tuvo un comportamiento extremadamente curioso que puso de los nervios a Tindriel; a pesar de haber sido ella la que había manejado todo el cotarro, que yo no le había dirigido la palabra más que para ser cortés y de que yo tengo más o menos la misma habilidad llevando un coche que haciendo cirujía neural... pues nada, se empeñó en decirme a mí, e ignorar olímpicamente a Tindriel, que hacer con el coche, para gran regocijo de mi dama. Y luego se piró, dejandonos allí tirados.
En fin, que el tipo del taller nos dijo que la junta de la culata (de la culata, no de la trócola... si quereis oir esa batallita, le preguntais a Tindri, que seguro que está encantada de narrarla) estaba salida, así que el coche iba a estar allí un día por lo menos y que iban a ser 600 eurazos del ala. Bueno, pues nada, sin coche. Para alabar a Tindriel hay que decir que la vena gordota de la frente no se le reventó y que en poco tiempo volvió a encajar bromas con toda naturalidad (voy a ser flagelado por esto, pero hay cosas que un hombre debe decir) El caso es que decidimos ir a casa en el coche de San Fernando, dado que no está excesivamente lejos, y el paseo por la playa es agradable. Aunque antes hicimos parada y fonda en el centro comercial y acabamos viendo Garfield en el cine.
Al llegar a casa un poco más de vida dura: piscina primero y luego cocinar un buen curry para la cena, que disfrutamos en la terraza con una agradable brisa marina mientras veíamos (por enésima vez) "Harry Potter and the Chamber of Secrets". El jueves fue más de lo mismo, es decir, piscinita, relax, hasta que fuimos, ya por la tarde, a por el coche al taller (que conseguimos que nos dieran gracias a una generosa dosis de encanto derrochado por telefono y de bastante morro) y Málaga a recoger a nuestros insignes huespedes. Llegamos allí pronto, o bueno, es mejor decir que el bus de Imperator y Rapuncell llegaba con retraso, así que decidimos explorar la zona en busca de un bar o similar donde aposentarnos hasta que llegaran.
Encontramos algo mucho más entretenido: una tienda de rol/comics. Y allí, sola y triste, una espada corta preciosa (dice el certificado de autenticidad que es una daga, pero una leche, es suficientemente larga y pesada para ser una espada corta). Conseguí arrastrarme fuera de la tienda sin hacer gasto, pero comido por el brillo del acero... y nada, Tindriel, que es así de maja, se fue de nuevo a la tienda cuando esperabamos de nuevo a Rapun e Impe y me la regaló. ¿No es un encanto?
El resto del fin de semana se puede resumir con un par de frases: Que dura es la vida, que mal se vive de vacaciones, la convivencia con buenos amigos es un asco.
El viernes: desayuno irlandés gargantuesco para empezar. Fuimos luego a un parque acuatico que hay en Fuengirola, lo justo para no agotarnos y lo suficiente para pasarlo de puta madre, sobre todo con los donuts dobles (Impe lo cuenta mucho mejor y con más gracia). Después, a la playa a pasear, luego a cenar a casa, y luego a la playa de nuevo a tomar algo y charlar bajo la luz de la luna (estuvo mucho mejor cuando estabamos a oscuras que cuando dieron las luces de la carretera). El día siguiente lo pasamos entre la playa (Rapun y yo nadamos hasta una boya amarilla, de esas que ponen diox sabe para qué alejadas de la costa en el mar. Parece una chorrada, pero estaba donde Cristo perdió las chanclas) y la piscina. Hicimos una gonita sobremesa con profundas disquisiciones después sobre unos cafés. Y luego a cenar una pizza descomunal, y de vuelta al apartamento a hacer la digestión como las boas, mientras jugabamos unas partidas de Chez Geek.
Y poco más; el domingo recogimos la casa, desayunamos curry (el curry es bueno para el karma, para el espíritu, para limpiarte por dentro... viva el curry) y viaje de vuelta a casa, que se me hizo bastante corto. Ah, hicimos una para tras Despeñaperros donde Impe nos iluminó sobre la razón por la que los bares de carreteras de ese estilo son tan prohibitivos y roñosos. Tiene toda la razón del mundo. A la expresión "Echarse al monte" también podría añadirsele una coletilla "Montar un garito de carretera".
Fin de la plastoserie. Puede verse que soy un aficionado en esto de contar viajecitos, pero con suerte la próxima la haré sobre mi viaje al Caribe (sí, ese que estoy planeando) y ya tendré más maña.
(8) mucha gente dice cosas!
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