Hay una densa niebla cubriendolo todo esta noche. Casi no alcanzo a ver el edificio que está frente al mío, solo distingo una silueta oscura. En la eterea manta que cubre la calle destacan los globos de luz de las farolas, como si sobre un almohadón de algodón pusieras perlas brillantes. Una quietud fantasmal envuelve todo; los árboles, difuminados, parecen pintados más que reales. La niebla avanza, despacio pero inexorable. Quizá el sol mañana la desgarre y haga jirones. Pero mientras, espero que me abrace pronto y lleve mi mente cansada a esa quietud y a ese descanso.
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