Lluvia en Madrid
No me gustan los días de lluvia en Madrid. Y no, aunque pudiera parecer lo contratrio, no es por la lluvia en si. No. Es por la gente. Y más concretamente, por los paraguas.
La gente, de por sí, es maleducada. Es maleducada al andar, al subir y bajar por las escaleras (mecánicas y de las otras) en fin, ya sabeis. Y por supuesto, con el paraguas, que en manos de determinados individuos/as (por alguna razón, más las segundas que los primeros, llamadme machista si quereis, pero es una comprobación de muchos años; quizá es por que ellos llevan menos paraguas) se convierte en un arma mortal, sacaojos, repartidor de capones, arañazos y otros incidentes igualmente divertidos. Odio los paraguas. Son un peligro, hacen que andar sea mucho más lento y coñazo. En Dublín, donde llueve solo un poquitín más que aquí, generalmente no tenía tantos problemas con los dichosos cacharritos. El viento se encargaba de que fueran inútiles. No sé si lo he dicho alguna vez, pero en Irlanda he visto llover de lado, y, aunque parezca imposible, hacia arriba. Y de paso, mi estancia en la Isla Esmeralda me dejó como efecto secundario el hecho de que no me importe mojarme.
Así que esta mañana, medio cojo (mala patada en el partido de ayer+vieja lesión+humedad=mala cosa. Gracias a Dios por los antiinflamatorios) he renovado ese amor por los paraguas. De hecho, casi le meto uno por la garganta a una señora. Abierto.
Dí algo, anda (0)
La gente, de por sí, es maleducada. Es maleducada al andar, al subir y bajar por las escaleras (mecánicas y de las otras) en fin, ya sabeis. Y por supuesto, con el paraguas, que en manos de determinados individuos/as (por alguna razón, más las segundas que los primeros, llamadme machista si quereis, pero es una comprobación de muchos años; quizá es por que ellos llevan menos paraguas) se convierte en un arma mortal, sacaojos, repartidor de capones, arañazos y otros incidentes igualmente divertidos. Odio los paraguas. Son un peligro, hacen que andar sea mucho más lento y coñazo. En Dublín, donde llueve solo un poquitín más que aquí, generalmente no tenía tantos problemas con los dichosos cacharritos. El viento se encargaba de que fueran inútiles. No sé si lo he dicho alguna vez, pero en Irlanda he visto llover de lado, y, aunque parezca imposible, hacia arriba. Y de paso, mi estancia en la Isla Esmeralda me dejó como efecto secundario el hecho de que no me importe mojarme.
Así que esta mañana, medio cojo (mala patada en el partido de ayer+vieja lesión+humedad=mala cosa. Gracias a Dios por los antiinflamatorios) he renovado ese amor por los paraguas. De hecho, casi le meto uno por la garganta a una señora. Abierto.
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