Bajo el mar
Este fin de semana, en compañía de Moriarty, (alabado sea su nombre) he hecho mis primeras inmersiones en el mar. Tomber y FaHsS!!! nos habían dado la chapa con lo de puta madre que es el buceo durante ni se sabe el tiempo, y tras picarnos el gusanillo, nos decidimos por fin; el fin de semana anterior habíamos hecho nuestros pinitos en una piscina. Y este tocaba the real thing.
El viaje no pudo empezar peor. El coche del pobre Moriarty decidió a ochenta Km de Madrid que a él también le apetecían unas vacaciones, y la junta de la culata decidió irse de baretas. Así que lo llevamos a un taller, y tras varias peripecias y algo de suerte, la compañía de seguros de Moriarty (alias el tito) nos puso un taxi para llevarnos hasta Murcia, que es donde tiene Moriarty aún su domicilio (a pesar de llevar viviendo en Madrid una pila de años, ejem, para que luego digan que la pereza no sirve de nada...)
Llegamos a Murcia, breve encuentro con el hermano del tito para que nos prestara su coche, y por fin, aterrizamos en Mazarrón. Tras saludar a la familia, nos encontramos con Tomber y FaHsS!!! en el paseo marítimo y entre risas, nos ventilamos un caldero de arroz. El sábado era el gran día, nuestra primera inmersión.
Nos retiramos pronto, FaHsS!!! Tomber y yo a una casa que una amiga de estos nos había prestado y el tito a casa de sus familiares, en parte cansados del viaje y en parte en preparación del largo siguiente día. Lo único reseñable fue que en la casa donde nos alojábamos había un perro esquizofrénico que nos dio innumerables ratos de diversión.
Por la mañana del sábado estuvimos haciendo el último examen teórico antes de que nos pudieran dar un traje y una botella de aire. La inmersión sería por la tarde. Comí en casa de los tíos de Moriarty, gente amable donde la haya. En honor a que nos sumergíamos esa tarde, la comida fue ligera (una lástima, porque de postre había una tarta de chocolate de peso específico mayor que el plomo y más buena que todas las cosas)
Y por fin, bajamos al agua. Para el que no haya buceado con botella nunca, imagino que la mayoría, diré que no se parece a nada que hayáis podido hacer antes; no se parece a una piscina, ni se parece a bucear a pulmón. Es una sensación acojonante, ir notando la presión abrazándote según vas bajando. El frío debajo del agua, la luz cada vez más azul, y esa sensación de estar flotando... tenéis que probarlo.
Las primeras inmersiones fueron de prueba, para que nos hiciéramos al equipo, al mar, e hiciéramos ejercicios necesarios para nuestra seguridad. Al tito y a mí, (en lo sucesivo, pareja de buceo) nos tocó un instructor alemán extremadamente majo, Dirk. Imaginad como es el tema del buceo que hace dos años, Dirk bajó de vacaciones a Mazarrón e hizo el curso de buceo, y mientras estaba dentro de la piscina, algo en su cerebro le dijo “esto es tu vida”. Cuando salió del agua, llamó a su jefe en Alemania y le dijo que no volvía. Y desde entonces.
Salimos del agua deseando que pasara el tiempo necesario para poder volver. La segunda inmersión, el domingo por la mañana, fue mucho mejor aún. Había más luz y bajamos a más profundidad, unos 14m. Hicimos más ejercicios, pero también dimos un largo paseo, para saborear lo que es de verdad el buceo. Es curioso, pero estando allá abajo te da más cuenta de la cantidad de vida que te rodea, quizá porque no estás en tu medio natural. Y es hermoso, muy hermoso, más de lo que ningún documental nunca pueda reflejar. Es difícil transmitir el entusiasmo que produce ver peces o una manta raya cuando estás allí. Como todo lo bueno, se acabó el finde de mi primera inmersión. Ya estoy deseando que llegue el próximo.
El viaje no pudo empezar peor. El coche del pobre Moriarty decidió a ochenta Km de Madrid que a él también le apetecían unas vacaciones, y la junta de la culata decidió irse de baretas. Así que lo llevamos a un taller, y tras varias peripecias y algo de suerte, la compañía de seguros de Moriarty (alias el tito) nos puso un taxi para llevarnos hasta Murcia, que es donde tiene Moriarty aún su domicilio (a pesar de llevar viviendo en Madrid una pila de años, ejem, para que luego digan que la pereza no sirve de nada...)
Llegamos a Murcia, breve encuentro con el hermano del tito para que nos prestara su coche, y por fin, aterrizamos en Mazarrón. Tras saludar a la familia, nos encontramos con Tomber y FaHsS!!! en el paseo marítimo y entre risas, nos ventilamos un caldero de arroz. El sábado era el gran día, nuestra primera inmersión.
Nos retiramos pronto, FaHsS!!! Tomber y yo a una casa que una amiga de estos nos había prestado y el tito a casa de sus familiares, en parte cansados del viaje y en parte en preparación del largo siguiente día. Lo único reseñable fue que en la casa donde nos alojábamos había un perro esquizofrénico que nos dio innumerables ratos de diversión.
Por la mañana del sábado estuvimos haciendo el último examen teórico antes de que nos pudieran dar un traje y una botella de aire. La inmersión sería por la tarde. Comí en casa de los tíos de Moriarty, gente amable donde la haya. En honor a que nos sumergíamos esa tarde, la comida fue ligera (una lástima, porque de postre había una tarta de chocolate de peso específico mayor que el plomo y más buena que todas las cosas)
Y por fin, bajamos al agua. Para el que no haya buceado con botella nunca, imagino que la mayoría, diré que no se parece a nada que hayáis podido hacer antes; no se parece a una piscina, ni se parece a bucear a pulmón. Es una sensación acojonante, ir notando la presión abrazándote según vas bajando. El frío debajo del agua, la luz cada vez más azul, y esa sensación de estar flotando... tenéis que probarlo.
Las primeras inmersiones fueron de prueba, para que nos hiciéramos al equipo, al mar, e hiciéramos ejercicios necesarios para nuestra seguridad. Al tito y a mí, (en lo sucesivo, pareja de buceo) nos tocó un instructor alemán extremadamente majo, Dirk. Imaginad como es el tema del buceo que hace dos años, Dirk bajó de vacaciones a Mazarrón e hizo el curso de buceo, y mientras estaba dentro de la piscina, algo en su cerebro le dijo “esto es tu vida”. Cuando salió del agua, llamó a su jefe en Alemania y le dijo que no volvía. Y desde entonces.
Salimos del agua deseando que pasara el tiempo necesario para poder volver. La segunda inmersión, el domingo por la mañana, fue mucho mejor aún. Había más luz y bajamos a más profundidad, unos 14m. Hicimos más ejercicios, pero también dimos un largo paseo, para saborear lo que es de verdad el buceo. Es curioso, pero estando allá abajo te da más cuenta de la cantidad de vida que te rodea, quizá porque no estás en tu medio natural. Y es hermoso, muy hermoso, más de lo que ningún documental nunca pueda reflejar. Es difícil transmitir el entusiasmo que produce ver peces o una manta raya cuando estás allí. Como todo lo bueno, se acabó el finde de mi primera inmersión. Ya estoy deseando que llegue el próximo.
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